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viernes, 6 de marzo de 2009

Los Wildcats de Alan Moore 6 de 7


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... como en la tierra
Paralelamente Moore intercala otra narración, presentando a lo nuevos WidCats en un proceso opuesto al de sus predecesores. Para realzar el contraste no sólo recurre a equipos diferentes al plasmar las andanzas de cada formación, también utiliza otro estilo narrativo. El nosotros se impone al yo. Lo que empezó como una asociación a desgana de cinco desarraigados, se transforma en la unión de unos héroes que ven como el compartir sus alegrías y tristezas les humaniza. Por ejemplo Maxine, tras cuya metálica apariencia y su comportamiento de asesina nata, se encuentra una joven necesitada de afecto, pero que al igual que el preclaro Camilo VI, siempre se va a enamorar de quien de ella no se enamora.



Las ansias de cumplir sus sueños, superar a sus hermanos, mantener el espíritu kerano o vencer su pasado, los ciegan no viendo que en su interior se está gestando una amenaza, que cual gigantesco alien partirá su estructura y en el caso de Savant también el corazón. Pero eso no ocurrirá antes de que el nuevo grupo demuestre su valía y una mayor capacidad para solventar los problemas mundiales que los propios. Tal vez el mayor mérito de Alan se encuentra en como logra entretenernos con un relato sostenido en viejas estructuras. Los temas de patrulla dada por muerta, miembros recelosos de unirse al equipo o formación que cuenta con miembros de pasado delictivo no por clásicos dejan de funcionar, entremezclados con otros más propios de Moore.


Aparecen constantes referencias al mundo de los superhéroes, no sólo en las entrevistas a posibles miembros, cuyas sombras les delatan como integrantes del universo Image; o en la conversión de las desventuras de los WC.1 en una variante de la serie televisiva Perdidos en el espacio titulada MadDogs; alcanzando estos guiños su grado más notable en la figura de un bar donde se reúnen todos los héroes llamado Clark´s, cuyo símbolo recuerda al que decora el pecho de cierto superhombre y cuyo propietario se asemeja a cierto cryptoniano. Salpicado todo ello con referencias más o menos veladas al mundo de la viñeta: desde Tao leyendo un libro sobre 100 maneras en que los cómics arruinaron la vida del autor, a las reflexiones de Majestic sobre un mundo saturado de superhéroes —metáfora del exceso de oferta del mercado editorial—.


Nos reencontramos con la tendencia del guionista a mostrar cómo, incluso en las situaciones más desesperadas, el inquieto Cupido mantiene su espíritu juguetón. Al plasmar sentimientos tan comunes como el amor, la frustración o la envidia, humaniza el discurso y aporta una subtrama mundana igual de atrayente que la heroica, aderezada con variopintas referencias culturales: junto a los Power Rangers, o el imperio Kingon de Star Trek, hallamos ecos de personalidades como Doré, Bruegel o Piranesi.


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