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miércoles, 22 de julio de 2009

TdAp: Hijos del Paraiso III b


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Y un mago, un rabino mágico de la sala de cine.
Él es “Uno de los más grandes directores de cine franceses, director y guionista de una película en desarrollo llamada la Cinémathèque Française”, dijo Jen-Luc Godard.
Para Bernardo Bertolucci la Cinémathèque era “La mejor escuela de cine del mundo... Y el mejor profesor es Henri Langlois”.
¿Qué clase de colegio dirigía el rabino? No daba conferencias. No dictaba. Sus únicas enseñanzas eran las películas que mostraba a todos los “alumnos” que se sentaban con él en la Cinémathèque. “No he ayudado, no he enseñado, tan sólo he puesto la comida sobre la mesa... Ese es mi trabajo, proyectar películas; guardar y exhibir películas. Nada más. Henri Langlois no existe”.
Cuando era joven, Langlois era tan delgado que no podía sujetarse los pantalones sin la ayuda del alambre de un tonel - cuando cumplió los cuarenta estaba tan gordo que se movía como un elefante asmático. Vivía en un mundo ordenadamente desordenado. Pero encontró un sistema para desenvolverse en medio de todo el caos que creaba.
Cuando quiera que hacía un viaje, sacaba dos billetes de avión, porque siempre acababa perdiendo uno. No valoraba el dinero. Incluso después de que tanto él como la Cinémathèque hubieran alcanzado fama mundial, era tan pobre como una rata. Murió de un ataque al corazón una noche de 1977. Había estado sentado en su escritorio a la luz de una vela como una especie de Robinson Crusoe. Vivía sin electricidad ni un teléfono que funcionara. El rabino se había olvidado de pagar las facturas.
3. Henri Langlois nació el 12 de noviembre de 1914, en Smyrna (ahora Izmir), una ciudad portuaria turca poblada por griegos. Los turcos y los griegos no podían convivir. Estaban constantemente echándose los unos a las gargantas de los otros.
Hemingway describió las consecuencias de una guerra entre griegos y nacionalistas turcos, en su relato On the Quai at Smyrna. Mientras los turcos saqueaban la ciudad, las mujeres se amontonaban en los muelles y aferraban sus hijos muertos. “No podías hacer que las mujeres posasen a sus hijos muertos. Los sujetaron durante seis días. No los abandonaron”. Los soldados griegos en retirada no podían llevarse con ellos a sus animales de carga, “Así que les rompían las piernas delanteras y los lanzaban a las aguas poco profundas”.
Así era Smyrna en 1922. Un poco al estilo del viejo Shanghai, con su zona internacional, en la que norteamericanos, alemanes, italianos, ingleses y franceses vivían en casas que consideraban parte de su tierra natal.
Así que Henri fue un infante colonial en una ciudad enloquecida. Su madre, Annie-Louise Braggiotti, era una mujer de ascendencia italiana. La madre de su madre había nacido en Charleston, Carolina del Sur, a donde los Braggiotti habían emigrado antes de la Guerra Civil Norteamericana. Los Braggiotti dejaron Norteamérica tras la derrota del Sur. Porque, pensaba Langlois, habían apoyado al bando perdedor de la guerra.




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