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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

miércoles, 10 de febrero de 2010

El camino de Cormac McCarthy.


Aunque temía lo que podía encontrarme, el pasado domingo fui a ver la película La Carretera. A pesar de lo grato de la compañía, deseé estar en cualquier lugar que no fuera frente a aquella pantalla.
Ya la lectura de la novela The Road –escrita por Cormac McCarthy– me había arañado las tripas. Al principio me costó leerla, pues usa un vocabulario tan nítido y una estructura narrativa tan simple que tenía la seguridad de estar perdiéndome algún uso simbólico del lenguaje inglés.
El ritmo descriptivo calmado, se alejaba del tremendismo que esperaba encontrar en un relato ambientado en un futuro post apocalíptico, en el que un padre y su hijo penan por una carretera que los lleva al quimérico calor del Sur.
La simplicidad descriptiva de McCarthy me obsesionó, y debo reconocer que dediqué aproximadamente el primer tercio de lectura a callejear por las avenidas de su prosa. En un mundo en el que el excesivo apego a lo material convertía a lo imprescindible en peso muerto, McCarthy lograba desprenderse de lo superfluo en las palabras, hasta el punto de articular descripciones ausentes de verbalización –esto me costó mucho captarlo dada la facilidad con la que las palabras inglesas cambian de categoría gramatical–.
Tras la lectura del libro, encontré en él una reflexión apesadumbrada sobre la paternidad vista como el apocalipsis del desarrollo personal. También me transmitió la tremenda responsabilidad que conlleva ser padre, similar a la de cargar de por vida con un carro de la compra cual mitológico Sísifo. O cómo por mucho que un padre intente transmitirle su visión del mundo a su hijo, éste lo verá con sus propios ojos si lo han criado en libertad.
Entonces y ahora, desconocía y desconozco la vida privada de Cormac McCarthy; no había leído ninguna de esas inexistentes entrevistas en las que explicaría su intención al escribir la novela. Creo que es la obra, y no la vida, lo que nos tiene que acercar a un creador, por mucho que ficcione arte partiendo de sus vivencias. En los casi 30 años que llevo acumulando revistas de Cine –y en los casi 40 que llevo leyendo libros– se cuentan con los dedos de mis manos las entrevistas que llevo ojeadas; y con los de mis puños cerrados, las biografías.
Ya finalizada, encontré en The Road una obra modélica de literatura de anticipación; pues reflexiona sobre una serie de constantes humanas, disfrazándolas de variables futuristas o ilusorias. La simbología entre la Vida y un Camino aparece tanto en tragedias como La orestiada escrita por Esquilo, como en las parábolas plasmadas por los apóstoles cristianos. La coincidencia entre el embarazo y el comienzo del apocalipsis está fijada en la secuenciación del relato. Al igual que las obligaciones que sigue conllevando la paternidad en un mundo libre de obligaciones, marcan su desarrollo narrativo. No hay ningún dios que, cual Abraham te lleve a sacrificar a tu descendiente en el saltar de la fe. Tu razón de vida no es la redención de unos pecados que también penará tu retoño; tu día y tu noche las sella el que tu hijo sea de “los buenos”, aunque para ello tú te comportes como “los malos”.

Envolví la lectura con la cubierta de mis vivencias.
Me acordé de mi madre, ya desahuciada, viendo las imágenes de los atentados del 11-M mientras se desvivía de preocupación ante el mundo que nos dejaba a mi hermana y a mí.
Recordé el empeño constante de mi padre por enseñarme su porqué de las cosas y mi inmutable desoírlo.
Pero ante todo, caí en la cuenta de las veces en que pude haber sido padre. Me alegré de no serlo. Me habría soportado la responsabilidad y también me habría fugado en la noche.
El Arte nos ayuda a entendernos. Eso hacen obras como The Road, que ahora ha sido pasada a imágenes. Dicen que una de ellas vale más que mil palabras. No estoy de acuerdo. No conozco estampa más demoledora que la palabra “adiós”.
Es más, soy de los que creen que el sueño de la imaginación, al igual que el de los muertos, no debe ser perturbado. Por lo que una obra no debe ser adaptada a otro medio, si no que inspirar otras creaciones.
Por fortuna, hay otros como el director John Hillcoat, que no piensan como yo.

Aquí encontrarás mi opinión de la película La carretera.

© Nino Ortea. venyenloquece@hotmail.es Gijón. 10/II/10

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