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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

lunes, 15 de julio de 2013

Un nuevo principio.



Tino se dirigió con paso inseguro a su casa, pensando que tal vez lo que debería hacer era seguir callejeando. La necesidad de resguardarse de la fuerza del sol de mediodía lo acabó decidiendo a encaminarse hacia lo que fue su hogar, pero últimamente se había convertido en un hueco donde cobijarse. Callejear no lo ayudaría a reencontrar su lugar bajo el sol, como mucho haría que se deshidratara bajo él.


Al llegar a casa, escuchó un mensaje en el contestador del teléfono:
─Hola, hijo, nunca te pillo en casa. Mañana, cuando vengas a comer, has de acordarte de traer las fotos del viaje. Ya sé que no te gusta hablar de él, pero como te lo pasaste tan bien, pues eso… a ver si tu padre se anima a llevarme. El otro día vi que la planta que te regalé está un poco mustia, aprovecha este buen tiempo y sácala al balcón. Venga hijo, te quiero. Hasta mañana.

Tras oír a su madre, Tino comprendió el sin sentido de su estado quejumbroso y la necesidad de dar ese primer paso que lo alejase de la apatía.

 
Mientras esperaba a que la pizza se acabase de hornear, vio clara la forma y manera en que daría su primer movimiento. Muchas veces le habían dicho que tenía habilidad para contar historias, hasta el punto de descubrir que otros encontraban dulces las palabras con las que narraba sus experiencias amargas. A su mente vinieron las palabras de Laura: “Tino, ¿nunca has pensado en escribir un libro?”

La alarma del horno lo alejó momentáneamente de sus pensamientos. Comió, casi devoró, la pizza con un apetito que hacía tiempo creía saciado. Ya en el salón, se sentó en la mesa, cerca del mirador, cogió papel y bolígrafo y se puso a escribir.
Poco antes había recibido un mensaje de Eva en el móvil. El que se encontrara en mitad de la calle y sobre todo el que el teléfono estuviera bajo de batería, habían frenado su intención de llamarla. Ahora se alegró de no haberlo hecho, pues no estaría allí escribiendo.
Sintió sed. Quizá había condimentado en exceso la pizza. De camino a la cocina recordó que los meteorólogos habían pronosticado que éste sería un verano frío. Está visto que los expertos son maestros en equivocarse.

Nino Ortea.

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