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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

viernes, 30 de agosto de 2013

Desde que no nos leemos (lo mejor está al final)


Una de las muestras más lacerantes de mi ninismo es el que le dedique más tiempo a lo que quiero que a los que me quieren. La cuestión no está en que este enninado sea activo o pasivo en las cosas del querer, sino en que me abstrae aquello que me delicia; lo que suele llevar a que me distraiga de quienes me rodean. 

De hecho, disfruto escribiendo y suelo hacerlo a diario; aunque mis palabras están más ocupadas en fabular mis fantasías que en saludar a mis allegados. Pese a que soy un llenador de folios, apenas escribo cartas. De ahí que use las redes sociales para trasmitir un genérico “Sigo aquí” y no para individualizar un “¿Cómo estás?”.


En la madrugada del martes, la fuerteaventurada Toni me escribió para interesarse por mis cosas. En su correo mostraba, de manera implícita y explicita, su inquietud por mi bienestar; ya que temía que mi silencio en La Coctelera se debiera a un estado de desánimo. Deducción lógica, ya que en otro tiempo usé otro blog como madeja de otros enredos sentimentales y desenredos emocionales.


Le contesté lo siguiente: “El que me leas poco, no quiere decir que escriba menos. Hace tiempo que mis veleidades blogueras se desvanecieron; y procuro usar La Coctelera como patio de recreo o herramienta referencial1. Me considero un escritor, por lo que día a día intento perfeccionarme en un ofició que me gustaría que fuera mi profesión. Y es que, tal y como aquí conté, deseo ganarme la vida con aquello que me la libra de desganas. Abrir un blog hace cinco años, me vino bien en lo personal y en lo profesional. Sé de la importancia que tiene hoy en día mantenerse activo en Internet. Pero…




Mientras que en lo personal creo que he avanzado, en lo profesional me siento estancado. Tengo muy claro que no sé aprovechar el mundo de éter para llegar a mi propósito. Una vez más mi enninamiento se convierte en mi mayor impedimento para logar ése éxito que –cuentan los tuiteos– ha acompañado a tantos que partiendo de un blog han logrado un contrato editorial. 
O no. 
¿Y si lo que cuentan los tuiteos tiene tanto de veraz como lo que contaban las leyendas? Esas leyendas que aseguraban que todo emigrante a América volvía como ricachón indiano, que Hacienda somos todos o que el amor no nos separará. Al crecer aprendí que muchas leyendas de pasión sólo duran una noche y que pobre del pobre al que Hacienda hace suyo.


Que el éxito creativo en Internet sonría a algunos, no garantiza que mi futuro vaya a ser risueño. Quizá las cosas buenas acaben llegando a los que saben esperar… pero tengo muy presente aquél verano en que todas las tardes volví a donde la había visto y ella nunca regresó. Desde entonces, no soporto esperar y prefiero llegar prudencialmente retardado.


Además de ser impaciente, en Internet resulto indecente. Uno de esos políticamente incorrectos que no apoyan al juez Garzón ni los boicots a Tele 5. Me temo que esa indecencia feisbukera es lo que explica mi marasmo; pese a que, con tal de triunfar internaúticamente en lo creativo, he intentado todo lo que se me ha ocurrido y (casi) todo lo que me han sugerido. Si hasta probé la autoedición en Amazón; y, para mi decepción, fueron más los que me preguntaron cuánto ganaba con cada libro que cómo podían descargarlo.


Así que, a ti que te preocupas te digo que si no me lees mucho por aquí, no te alarmes: sigo viviendo y sigo escribiendo. Por cierto, imagino que te gustará saber que hoy el doctor me ha diagnosticado que –aunque ya no estoy hecho un toro– aún me puedo disfrazar de Teseo y adentrarme en laberintos ajenos.



De momento, sigo presentando mis relatos a concursos y dándole forma a un tercer libro. Y si más que leerme, te apetece verme: mañana a las 13:00 presento un acto del ciclo cinematográfico Peor Imposible en el Ayuntamiento de Gijón; y por la tarde/noche modero una charla sobre el cine italiano de género en el Centro Cultural Antiguo Instituto.


En dos días llega septiembre, mi mes favorito, confío en que tengamos más tiempo para vernos o leernos.



Nino.



1.                   Sí, guardo copia de mi correspondencia. No sólo por el placer de releerla, también por la satisfacción de eliminar algunas de esas cartas.

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