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lunes, 4 de noviembre de 2013

Popsy Pop contra Hollywood 09



El desarrollo de la producción y el aumento en la calidad artística van paralelos: en 1959, el número de productoras francesas es de 495, en el año 964 son 698.
No es sólo que al Capital le resulte rentable invertir en la industria popular, o que el público prefiera las ofertas cercanas a las transoceánicas; estamos en un momento en el que la fuga de valores creativos a Estados Unidos disminuye en su flujo, lo que permite el desarrollo de un star system europeo —Alain Delon, Sophia Loren, Franco Nero…— que es tentado por Hollywood.
Incluso estrellas en pleno apogeo como Charlton Heston ven en Europa una oportunidad para reorientar sus carreras. En 1972, el norteamericano se inicia como director con la coproducción hispano-anglo-suiza Marco Antonio y Cleopatra.

Así mismo, aunque las superproducciones estadounidenses habían relegado a los equipos nacionales a roles secundarios, éstos aprovecharán la experiencia para curtirse en rodajes ágiles con personal plurilingüe, lo cual les permitirá desarrollar su voz propia entre el ruido y la furia de las coproducciones.
Sergio Leone, ganará sus galones en empresas como Quo vadis? (1951) o Ben Hur (1959), antes de graduarse con la dirección de El coloso de Rodas (1960).
Jesús Franco —tras hilvanar la excelente trilogía formada por Gritos en la noche (1961), La mano de un hombre muerto (1962) y El secreto del Dr. Orloff (1964)— no deja que un falso orgullo le impida manejar la segunda unidad en Campanadas a medianoche (1965, Orson Welles) para luego entrar en su vorágine creativa, dirigiendo a Eddie Constantine en Residencia para espías (19669).
Muchos directores trabajan a cuatro manos, no firman sus obras o lo hacen con seudónimo. Leone no verá acreditada su dirección ni en Los últimos días de Ponpeya (1959) ni en su propia obra Mi nombre es ninguno (1973); Franco usa más de veinte aliases.



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