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miércoles, 28 de mayo de 2014

Arrow; segunda temporada con segundas.

No hace una semana, sino dos, que la segunda temporada de Arrow ha llegado a su final secundario. Con este adjetivo no busco ser despectivo hacia la serie, sino descriptivo con su contenido.
Y es que un final que nos remite a un segundo principio para la historia y que nos viene con segundas sobre la forja del héroe, no deja de parecerme el fin más lógico para una segunda temporada en la que el protagonismo ha recaído en los personajes secundarios.



Y es que son éstos los que ocupan el primer plano de la trama, al decidir convertirse el otrora arquero aguerrido en un enfervorecido flechero de cupido, que busca consuelo en encadenar periodos de celo con mujeres que le hablan de quién fue o de lo que pudo haber sido. Nada queda de aquél vigilante que estaba atento a que nada se le pusiera por delante a la hora de detener a un tunante. Ahora, nuestro chico refrena sus modales y trata a los malosos como osos amorosos. Resultado: el flechero se va quedando desdibujado, mientras se lamenta de no ser el que fue, y hasta el lechero le quita protagonismo en la serie a la que da nombre pero no lumbre.

Y es que nuestro arquero está tan meditabundo que no se da cuenta de que se ha trasmutado a otro mundo. No al Ultramundo, pero sí al de los insuficientemente muertos. De hecho, los catorce primeros episodios de la serie son más bien una sucesión de tramas imposibles en las que personajes a los que se daba por muertos y enterrados, o al menos por desaparecidos trágicamente, reaparecen con la virulencia de las alergias primaverales y de las pasiones otoñales. Tras el episodio quince, espectacular y cañero como sólo lo puede ser un viaje en un crucero donde el amor busca engañar a la muerte, la trama coge peso y los guionistas echan el resto en los ocho episodios restantes.

Y es que junto con la consolidación de una amenaza opresiva para el gran amor del protagonista –su cuidad, Starling City–, se orquesta una gran tragedia en su entorno, que siguiendo los preceptos clásicos afectará a su familia. Eso sí para lograr esta convergencia entre amenazas en la sombra y tensiones familiares, la identidad secreta de nuestro justiciero enmascarado se convierte en un secreto a voces entre sus próximos y extraños.

Y es que el final de la serie nos habla de un nuevo principio, en el que mi fantasía imagina a Oliver Queen convertido en un nuevo James Bond, entregado a vivir y dejar morir en lugares tan sugerentes como el lejano Hong Kong. Un lugar de aromas fragantes y sabores apetitosos, donde estoy seguro de que el “connoisseur” Hannibal Lecter sería atrozmente venturoso.

2 comentarios:

  1. así que decepciona? nunca me gustó este personaje la verdad, a pesar de ser yo muy DC ja...
    es casi solo una historia de amor, como si fuera un novela de la tarde? está muy verde esta serie (je)...

    agregué otro video en mi entrada Prince por si queres verlo... abrazo master!

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    Respuestas
    1. Buenos días, JLO:
      Sí, me decepcionó; pero no hasta el punto de plantearme dejar de seguirla. Es más, el planteamiento final me parece muy interesante.
      Esta teleserie tiene poco que ver con los cómics, incluso nombres de lugares y personajes varían; es como una versión avergonzada de sus orígenes en las viñetas: personajes y lugares presentan nombres que son variaciones de sus originales tebeísticos.
      El problema de esta segunda temporada no lo encuentro en su romanticismo de telenovela, sino en su “aburridismo”. Los 14 primeros episodios son tan prescindibles como los anuncios antes de una película.
      ¡Ahora mismo intento ver ese vídeo!
      Un abrazo, JLO.

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Gracias por tu lectura comentada.

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